30 agosto 2006

SECTARISMO CON REFLEXIÓN

SECTARISMO CON REFLEXIÓN, Y VERDAD

Es de suponer que los aficionados leyeran con interés una Tercera de ABC a cargo de José Varela Ortega, catedrático de Historia Contemporánea, donde se reflexiona sobre el sectarismo. “Las leyendas que los políticos fabrican con el tiempo pretérito no enseñan tanto de la historia del pasado que fabulan como del presente que construyen”, frase magnificada bajo el título, da la clave del análisis del catedrático.

Explica la importancia de la experiencia de las generaciones anteriores a los episodios terribles, por los terribles episodios que vivieron. Cita a Maura, confiándole, en 1925, a su hijo Miguel, que “el pronunciamiento (de Primo de Rivera) produciría el fin de la monarquía; una república; luego el caos; y después, claro, los militares”. Opinión que remacha con otro argumento de autoridad no menos parcial: que Alfonso XIII terminó por reconocer que Primo de Rivera había traído buenas carreteras y la república. Todo explicado.

Donde sí se comprende la clave de nuestros siglos negros es en algo de Maura; no en lo que dice sino en la mentalidad desde la que lo dice: «… trabajaron con éxito (Restauración y Regencia) para suprimir de nuestro léxico la palabra pronunciamiento, que nos deshonraba ante todas las naciones civilizadas”. Palabras, sin duda, pensadas para descalificar la dictadura de Primo de Rivera.

Es evidente que Maura, ni José Varela Ortega que lo cita, pudieron pensar que el origen de todos los males estaba en el generalato y en sus pronunciamientos, pero parece como si ninguno de los dos hubiera querido ir más atrás y dar, por ejemplo, la parte de la culpa que le cupo a Alfonso XIII ni, tirando del hilo, llegar hasta el catastrófico cambio de dinastía de 1700, cuando potencias extranjeras, guerreando durante tanto, impusieron a España una monarquía que acabaron pactando entre ellas a cambio de importantes posesiones cuya pérdida inició el silencio y la desaparición de España del concierto europeo.

No parece que se observe por demasiados que la imposición extranjera de la Casa de Bordón tuvo características de revolución. Tampoco que se haya leído al Padre Isla con su Fray Gerundio. El afrancesamiento fue absoluto: en el lenguaje, la organización social y administrativa, la política exterior (éramos ya comparsas y estábamos obligados a comportarnos como tales), el sistema de valores y hasta en la disposición de la mente a la hora de ver el mundo, el sentido de la vida y la misión del hombre. Sus Católicas Majestades conservarán el título pero no lo llenarán: no serán ya universales (católicos), y pondrán las fuerzas de España a disposición de los intereses aliados, uniendo nuestro destino al de Francia, ya monárquica, ya napoleónica.

No conviene adelantarse en la búsqueda del drama histórico. El catedrático José Valera Ortega, cargado de argumentos de autoridad y de interpretaciones fuera de contexto, elige su punto de partida temporal y traslada suavemente la «palabra pronunciamiento» al «Suceso Franco» y la génesis del caos republicano (mencionado apenas) a Primo de Rivera. O sea, qué pena, los generales aplicando modos del Siglo XIX en pleno Siglo XX. Extemporáneos. Y así ha ido la cosa.

Lo extemporáneo es muy curioso, porque es bueno o malo según las conveniencias del observador y del momento; eso que llaman relativismo. La democracia de 1978 es buena –sin duda- pero extemporánea si nos fijamos en que procede de mediados del Siglo XVIII y en Estados Unidos. Entiéndase “la Democracia Liberal”, única posible. La instauración de la monarquía de Juan Carlos I, luego II Restauración, es extemporánea al volver no sólo a la Casa de Borbón sino también al parentesco político con los partidos viejos y con las repúblicas fracasadas, los dos siglos de fracasos e incivilidades. Pero es hecho indiscutible y ahí está.

Rondando por estos parajes históricos, a nadie parece ocurrírsele que “a mismas causas, mismos efectos”. Lo piensan todos, pero no lo firma nadie. Conste que la Monarquía Borbónica tampoco es causa, ni última ni suficiente, para las constantes recaídas en nuestros males. Si se empieza el recuento de catástrofes en 1923, Primo de Rivera trajo la República, y ésta al caos y a los militares encabezados por el pertinaz Sanjurjo y no por Franco.

Los hechos que se contemplan desde la pluma notable de D. José Varela Ortega son plausibles si no percibimos su secuencia y que todos ellos acabaron siendo el mismo: el mal funcionamiento de la nación, su vieja renuncia a no hacer historia católica, o sea, universal, y la explotación particular de intereses distintos a los del pueblo español. El “mal funcionamiento" de la nación (desarticulada más que invertebrada) impuesto tras una victoria de las armas –las victorias hoy son muy feas- ha generado tres siglos de injusticias acumuladas. Tres siglos, o sea, una memoria histórica casi completa, de transmisión oral, victimada por el centralismo, el afrancesamiento, la Ilustración con su Despotismo, el liberalismo, la francesada y la España afásica y cansada que resultó de ello hasta hoy.

¿Cuáles son las causas que obligan a España a repetir casi la misma secuencia histórica? Ese es nuestro asunto fundamental desde 1700: identificar el origen de los males para poderlo cauterizar con garantías y librarnos de los continuos pactos que nunca se cumplen. ¿Qué nos pasó a principios del Siglo XVIII que no nos ha terminado de pasar?

Es necesario insistir: no fue la Casa de Borbón, que sólo sirvió de excusa. También estuvo presente la Casa de Austria y ambas hicieron algo abominable: que se enfrentaran los españoles, los unos en compañía de los ejércitos franceses y los otros en la de los ingleses y holandeses. En la lucha por los derechos y legitimidades pasó algo nunca visto y luego común: que fuerzas extranjeras vinieran a batallar en nuestro suelo y en su beneficio.

¿Cuáles fueron y son las causas de la constante inestabilidad española que repite –y repetirá- errores impropios de una nación con vocación universal? La invasión, antesala de otras muchas que con las armas, las costumbres y las ideas torcieron el desarrollo de una organización española para España. Se encerró a la nación en un molde francés, por el momento. Copiando modelos vecinos tuvo que pasarnos lo mismos que a ellos: nos infectamos de lo mismo al ser semejantes y sólo el hecho de no ser el pueblo español como el francés nos permitió librarnos de la revolución de los cortadores de cabezas. No se puede conseguir que un español se sienta como un francés, como no se consiguió que se sintiera como un ruso ni se logra que ahora sea como un norteamericano. Nos faltará siempre la historia previa, la tradición, la comprensión de su mundo.

Y mientras se organizaba España como nunca lo estuvo, llegaron las Internacionales del momento, las sociedades secretas, que tanto y tan bien se entramaron que no son distinguibles de nuestra historia desde entonces. Hay constantes que delatan iniciativas secretas, como la expulsión de órdenes religiosas, asonadas que costaron un imperio (oh, Riego), desamortizaciones por motivos bastardos y demasiados hechos que se han confiado ya al olvido. Si la I República, que sólo duró once meses, tuvo tiempo, por ejemplo, para asesinar religiosos, acusándoles de envenenar las aguas, ¿es lógico que la Segunda los asesinara por dar caramelos envenenados a los niños, siendo como dicen hoy que eran repúblicas lideradas por grupos tan opuestos como liberales y marxistas?

Tras las sociedades secretas, las invasiones de España han llegado en oleadas, como los vándalos y los demás. Y han perpetuado inevitablemente la inestabilidad española, cuyos actores cambian pero no la partitura tozuda que exige ofrecer lo mismo a los españoles desde hace más de dos siglos. Esa inestabilidad constante que ofrece siempre remedios iguales sin mirar de frente el problema que todos ven, no es española sino partidista, y nos ha dejado con sólo dos opciones, las dos extranjeras e hijas de las revoluciones: O liberales o marxistas, ya solapados, ya manifiestos.

No parece importar que la gente quiera tranquilidad, que pase de ella el cáliz del enfrentamiento casi atávico. Ambas fuerzas, que ofrecen libertad pero no la definen, se ven obligadas por la dinámica histórica a no buscar, identificar ni resolver el origen de nuestros tambaleos recurrentes. Lo cambian todo menos su objetivo y justo su objetivo importado es el origen de nuestros problemas.

Si atendemos a lo que dice, resaltado a principio de artículo, don José Varela Ortega, o sea, que las atribuciones históricas de nuestra moda actual no enseñan tanto del pasado como del presente que construyen, parece claro que fabrican de nuevo lo de siempre. Un intento más, por si la comedia esta vez no fracasa y nos “reconciliamos”, también como siempre, liberando a los asesinos y siguiendo pensamientos estrábicos mientras ninguna gran organización homologada nos quiere dar razón del origen de nuestros problemas de ayer y de hoy.

¿Se puede creer que nuestros rectores no conocen la incompatibilidad entre los intereses de todos y los suyos? ¿Creen que alguna de las partes interesadas dejará los tópicos oficiales y nos dirá la verdad sobre ella misma? Bien: de la Tercera de ABC se desprende el intento liberal de remover y enturbiar la memoria histórica al grito de claridad y razón. Tan fuerte fue la sospecha de estar ante otra explicación amañada que se sintió júbilo al leer –al día siguiente y también en Tercera- otro trabajo de D. José Varela Ortega: «La Reconciliación», donde sostiene que hay que hacer lo que se está haciendo, “evitando el clarinete del Boletín Oficial y el tamborileo de la revancha”, o sea, quitad los símbolos que os parezcan –cruces incluidas-, pero en silencio, sin presumir, que parezca que no.

Cualquier sospecha sobre la buena fe de don José se disipa al leer el principio de su último párrafo: “…como ciudadano me encuentro entre los que lamentan que los americanos no hicieran con el General Franco en 1944, lo mismo que hoy otros les acusan de haber hecho con Sadam Husein; a saber: librarnos de él”. Y un recuerdo, quizá nostálgico, quizá indicativo del deber: “En la Europa liberada por el Ejército americano, nombres y monumentos fascistas o petainistas fueron, efectivamente, reemplazados en horas a punta de bayoneta. Las mismas que asesinaron a miles de “colaboracionistas” sin juicio previo”.

O sea, la vieja cantinela de siempre: reconciliación pero, antes, venganza.

Porque el hombre no se creó para la mentira, es tan a menudo su víctima. Nos pasan, sencillamente, tres siglos de España agusanada. Tres siglos de vida peligrosa y a veces mortal, en los que acaban imperando los moderados como el catedrático Varela, que forma, con derecho propio, junto a Aznar que, al referirse también a 1944, se quejó de que España no desembarcara en Normandía ni hiciera la Segunda G.M, sin considerar el precio en vidas españolas. Todo sea por la ortodoxia, que vale más que la existencia. Como en otros sitios que nos sabemos.

Rector Magnífico

En honor de la historia manejada por el Señior Varela Ortega, vea la jura del Cid en broma. Pulse el link y saldrá a Tele Trapisonda, Edad Media.

La jura del Cid (en Santa Gadea o Águeda)

20 agosto 2006

¿ Y SI FUERAN "ANTICONSTITUCIONALES"?

Trapisonda, como casi cualquiera, calcula que "la historia provoca la historia", o sea que su conocimiento -recto o tuerto- empuja a otras historias y que quien cambia el pasado está cambiando el futuro. Y lo sabe.

Así las cosas, y bajo el chaparrón republicano que amaina entre los topetazos de la ETA, conviene releer el objetivo final de los llamados "Socialismos Científicos" de tronco marxista y encarnadura silvestre. Socialismo y comunismo calculaban y calculan imponer la Sociedad Comunista -sin gobiernos, mediante el uso del "Hombre Nuevo" y liberado, con la práctica de una singular institución: "La Dictadura del Proletariado". Es decir, de los jerarcas rojos.

Puesto que la actual constitución de 1978 deja claro que el gobierno es imprescindible y obliga a constituirlo con el uso de los partidos (libre competencia entre verdades y mentiras) y que descarta cualquier tipo de dictadura aún por motivos de supervivencia, no estaría de más pensar que el socialismo reinante y el comunismo acólito está varios metros por encima del techo constitucional, o sea, que sus fines son "anti-constitucionales" sin duda y que, por lo tanto, son partidos que se colocan alegremente en el terreno de lo ilegal, tanto en sus obras como en sus objetivos.

El socialismo es, históricamente, un golpe de Estado: ese ha sido su criterio en el último siglo, al que ha hecho sangrar abundantemente y al que ha extraído el tuétano del pensamiento legal. Es el mayor enemigo de la "legalidad vigente" en tanto que propone la dictadura propia, también llamada por sinceros "matanza de curas y burgueses". Descascarillar la sociedad para que no se queje.

El socialismo fantasma que disfrutamos, organización compulsiva mal medicada, aún arrastra cadenas por todo 1939 y no sabe salir de esa sepultura de la mente que le obsesiona desde su derrota, que no sólo fue derrota sino desmotración de la falsedad de su idea mesiánica de la historia.

Iban a ser los herederos de la Historia y del Mundo y a establecer una sociedad inóvil a fuerza de feliz y sin amos, y helos haciendo el paripé por los parlamentos liberales, aunque cuidando de que no se guarde memoria profesional de sus mesiánicas profecías ni de sus babilónicos métodos. Iban a ser la sal de la tierra y apenas si consiguen tapar -con tapujos, claro- sus métodos salvajes, ajenos a la Europa Civilizada, cristiana y culta. Su misma obsesión por "la cultura" demuestra su carencia: sólo tienen ideas de la taiga viajadas con los lobos, y bárbaros trasutos de las guerras persas.

El socialismo ni sabe salir de su derrota española, de su fracaso mundial, ni justificar el pasado sin una venganza: cosas de su personalidad enferma. Porque es más cierto que debiera vengarse de sí mismo por entender tan poco y tan mal el universo.

El Rector Alguacilado.

08 agosto 2006

GENTES DE PAN TRINCAR

GENTES DE PAN TRINCAR

Se diría que estas gentes de amnistía y pan llevar son el alcaloide del optimismo. Se manifiestan en lugares de diez y veinte mil habitantes para exigir un alto el fuego en oriente, parece que muy seguros de ser oídos. Y listo. Ellos, quizá veinte, treinta si hay generosidad, lo exigen, pero la gente sospecha que no acaban de creer en su propia empresa, que siempre culmina con algún manifiesto.

Luego el espectador mira mejor y resulta que son los habituales, los hombres que comen tópicos y los exudan. O sea, la solidaridad con América Latina, el comercio justo, la memoria histórica, los del catalán caiga quien caiga, los de los plenilunios paganos en canteras. Nucleares, no. Juguetes no belicistas. Pinochet al paredón. Prestige, ecología, calentamiento global y crecimiento sostenible. Los mismos. Algunos con grado de concejal.

No hacen sus cositas por arreglar el mundo, que no los oye porque está lejos. Se juntan y reivindican para influir en los próximos, o sea, en los de aquí. Para tocarles los sentimientos, anillarlos y llevarlos a la urna por blandos de corazón. Son políticos revoltosos y manipuladores y sus causas públicas, por desgracia, caen en el descrédito y ahuyentan.

La gente no está ya para creer en paraísos socialistas que vendrán siempre en lo futuro, como un sino, y no llegan nunca. Ni en comunistones exhibiendo buenos sentimientos pero decididos a ser concejales de cultura.

No son una preocupación social. Son un método desvergonzado que ignora el ridículo.

Sencillos separatistas de pueblo.

EL RECTOR MANIFIESTO.

07 agosto 2006

¿LA SOCIEDAD MENOS INJUSTA?

D. Benigno Pendás, profesor de Historia de las Ideas Políticas, ha escrito una Tercera de ABC, bajo el título de "La sociedad menos injusta", donde termina con una verdad enorme: visto lo visto y cómo andan por esos mundos, la nuestra es la sociedad menos injusta del mundo, que no es exactamente lo mismo que decir que somos una sociedad justa.

Aunque hay que decir que, siendo los menos injustos, nuestra sociedad ha hecho los estados más criminales, seguramente porque somos los más técnicos, industriales e industriosos y el que tiene buenas armas las usa con satisfacción.

La Tercera de D. Benigno Pendás, bajo el título, trae un subrayado de la editorial misma: "...Según las pautas del Estado de Derecho, la defensa de la democracia justifica la vigilancia estricta de los "Predicadores del odio", centro y eje del tejido social que sustenta a los criminales..."

Algo por el estilo hicieron los Padres Republicanos con la ley para la defensa de la república, cuya música hace siglos que se canta en España y en lo que parece España y es Universo: "Muera quien no piense como pienso yo". O sea que, si la democracia es un estado de opiniones, es difícil desde ella discernir qué es el odio y quiénes lo predican, porque ahí tenemos, de árbiter bonorum, al comunismo con sus monaguillos socialistas y a los separatistas que gritan que la Unidad de España NO es un bien moral: luego debe ser un mal.

Será deformación causada por Aristóteles, pero la Junta de Rectores de Trapisonda ve cada día bastantes prédicas del odio que no sólo quedan impunes sino que son jaleadas por los medios de información y consideradas justo un pelo por debajo de la verdad revelada por Smith y Marx. Cierto que D. Benigno Pendás se refería especialmente a la morería, a la morisma mahometana, tan intransigente, tan inmiscible y tan decidida a vencer a nuestra Sociedad-menos-Injusta. Debemos respetar a los musulmanes sin pedir nada a cambio y debemos aceptar que vengan a cubrir el espacio en blanco -por extinción- de los proletarios. De la plebe. Y que prediquen aquí su Sharía de allí y nos llamen, que nos llaman, "perros cristianos", o sea, rumíes, que no sé que tenía Mahoma con los perros, que fueron talmente exterminados en el Califato.

Pero para predicar odios no es imprescindible ser morito. Lo que está haciendo el señor Zapatero, en nombre de la memoria interrupta, es desenterrar muertos discutibles para forzar la discusión y demostrar inocencias y maldades para satisfacer el odio y reverdecer el resentimiento. Una prédica de la muerte y una espuela para la venganza justa.

¿Debería el estado de Derecho, para defender la democracia, silenciar a los nemorosos que resucitan matanzas y que son "centro y eje del tejido social que sustenta a los criminales"? ¿Aunque se trate de un tejido social no moruno? Porque Trapisonda ha visto la descarga de los Medios de Información sobre unos descendientes de fusilados por nacionales, que los han desenterrado de descampado pero han exigido que no se les envolviera en símbolos republicanos. ¿Cómo se habrán atrevido -dicen los medios- a no excitar un poco más los ánimos?

La Junta de Rectores Juiciosos.

CANTO DE LA SIRÉNIDA ESCUÁLIDA

La Compañera Vice-pre reconoce en toda la prensa que "es difícil controlar la llegada masiva de inmigrantes". O sea, por una vez se le nota la verdad indiscutible: Que hay una "llegada masiva". Cuando les dio por legalizar a los "ilegales", negaron el efecto llamada, o sea, la suposición lógica de que vendría más personal a cupar el sitio de ilegal en espera de otra amnistía fronteriza.

Estos gobernantes estaban tan, tan seguros de que no habría canto de sirena para los africanos, que ahora sorprende que reconozcan que sí, que hay "llegada masiva", o sea, el renegado "efecto llamada". El cñantico de la escuálida sirena socialista. El canto de la gallina, perdido ya el combate.

Así, con todo. Sumidos en proyectos de un solo lado, son tan obcecados y sectarios que no entienden nada de la psicología humana, del alma humana en su versión hispánica. Tampoco nada de cultura, claro; de la imposibilidad de vivir en paz en un medio "multicultural", que es palabra que les gusta.

Es que, en efecto, ellos mismos son otra cultura también. Algo oriental y mongola. Creen disponer de la ciencia infusa, sin distinguir verdad de alucinación, tras recitar su jaculatoria mágica: "Too pal pueblo". ¡Lo que hace la falsa fe! Lo que hacen los dioses terrestres y pedestres. ¡Y lo vainas que son! Vainas bien colocados, ni siquiera responsables ni ante Dios ni ante la Historia hecha patio de monipodio.

Y son antagonistas de los judíos porque los polos del mismo signo se repelen: Ambos son consumados perseguidores de cristianos y enterradores de la libertad.

El Rector Magnífico, cátedro de Semejanzas desemejantes.

06 agosto 2006

ATAQUES DE "LELISMO", POR ASÍ DECIR

Curri Valenzuela es articulista de agencia, de esos que escriben en barbecho y, cuando hay algún hueco en periódicos de provincias, son usados como relleno, o material aislante. Se la lee con diversión una especie de igualdad, o sea, A es A en lógica aristotélica: "Un dictador es un dictador".

Ya se entiende que va a hablar de Fidel y que va a hacerlo desde la heroica derecha. La cosa del amor de los demócratas hispano-rojos a Fidel es algo injusto viene a decir: "Se le conceden indulgancias de las que no se han beneficiado Franco, Pinochet, Videla o cualquier ser poderoso que haya cometido las mismas fechorías con sus ciudadanos y haya pisoteado tanto sus libertades". O sea, si nos metemos con Franco, cuya memoria histórica se conmemora, hay que meterse con Fidel: todo sea por dar la libertad liberal a Cuba.

¿Alguien ha oido un razonamiento así? O sea, llevamos treinta años escuchándolo para todo uso de los liberales y su originalidad estriba en que no funciona para disuadir al socialismo mundial, que es como una sola doctina, con manchas. Nunca nos encontraremos con nada nuevo: nuestro sino es leer las repeticiones que necesitan los poderosos del mundo. Todo es previsible y antiguo, tópico para sobrevivir sin decir ideas.

Aznar, tan fascista para el social-comunismo, reivindicó para España la Segunda Guerra Mundial y nos dijo que la Patria debió estar presente en el desembarco de Normandía, o sea, en el Día D, hora H. Zapatero, como hay que reivindicar siempre, lo ha hecho respecto a la Segunda República. Los segundones, se ve, tiran hacia las cosas segundas y a las segundas invasiones porque el Día D fue una invasión mayormente norteamericana, y la Niña, una de origen eslavo, con aquella vergüenza del "Viva Rusia, muera España".

¿Nadie va a explicar a Curri Valenzuela que es muy natural que los socialistas estén con los suyos, o sea, con Fidel Castro y que decirles que no son justos al valorarlo no cambiará nada y no les llenará de vergüenza? Se repite: los socialistas están con los suyos. Los del PP, no. Porque ahora que se sabe que tres y medio de cada cuatro votantes del PP piensan bien de Franco, la cúpula liberal que manda sobre un partido nada liberal, necesita esterilizar la memoria de sus votantes, no sea que pidan a Rajoy, aprovechando que es gallego, que se nombre Franco II y entre en Madrid de una vez.

Hay bobainas con plumas caras y hasta plumas sueltas, sin bobainas. "Allá muevan fiera guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra", que dijo el liberal Espronceda. O por "un palmo más de idea", porque todo se les vuelve un "mirando hacia atrás con ira", de Osborne.

LA EVIDENCIA
Dicen los sabios que "los Partidos modernos no son sectas". Eso demuestra que nos nuestros son antiguos.

OTRA EVIDENCIA
El tabaco es malo para la salud del cuerpo y el socialismo para la del alma.

El Cátedro de "Vaguedad sesual y desarraigo espinal".

05 agosto 2006

MAS Y CUBA

Trapisonda advierte que quisiera que Fidel Castro salvara la vida. Saldrá muy perjudicado de su enfermedad y es necesario que viva lo suficiente para ver cómo las lealtades se le escapan de las manos, aunque como Tirano Comunista no corre peligro de ser conducido al Tribunal de Crímenes contra la Humanidad. Si fuera general de verdad otro gallo le cantara.

Además, en Trapisonda no se desea la muerte a nadie, ni siquiera a las incómodas moscas ni a los pesadísimos tiranos. A nadie.

Dicho esto, se resalta una declaración del lider principal del exilio cubano, Mas, hijo de Mas Canosa. Quisiera que Zapatero deseara para Cuba lo mismo que para España. O sea, la murga habitual zapaterista: Libertad, igualdad, memoria histórica, riqueza y bienestar. Pura trampa saducea, porque si Zapatero ama a Fidel, no puede desear a Cuba la cosa democrática ni que conserve la memoria de todas las matanzas castristas.

Zapatero, para mal de muchos, opera casi a la inversa:

Desea para España lo mismo que para Cuba, que es mucho peor.

EL RECTOR SUBGENERAL

04 agosto 2006

¿VAMOS DADOS DE VERDAD?

¿VAMOS DADOS DE VERDAD?

La Junta de Rectores de la Universidad de Trapisonda, tras análisis que conducen a teorías y teorías que se pierden en vericuetos ha estimado de importancia lo que el doble académico D. Francisco Rodríguez Adrados, dejó escrito en una Tercera de ABC titulada "Europa, fortaleza asediada". Deja claro que el Señor Rodríguez Adrados no se cree la historia adocenada para manejo de prensa y de pseudos, ni la historia histérica sometida a ideologías sectarias, ni la historia mítica, cual sería la de la España Musulmana, culta, tolerante y acuática, frente a la barbarie de los cristianos.

Dibuja un escenario europeo donde el terrorismo de bomba y sangre se ve reforzado por uno moral, más insidioso, que pretende obligarnos a pequeñas rendiciones que preparen la mayor por venir. Muestra una Europa que, entre la necesidad de sobrevivir y reaccionar y la de mantener la doctrina -aún no demostrada con hechos- de la igualdad de la ley y de que sólo hay derechos individuales, opta por lo teórico y permite la invasión reivindicativa de gentes de otras civilizaciones, gentes absolutamente extrañas para nuestros modos de concebir la vida, la trascendencia y la fe.

Sólo una cita, para demostrar el aire sereno y realista de D. Francisco Rodríguez Adrados: "Para prohibir Francia el velo, tuvo que añadir la prohibición de los símbolos cristianos". No es un síntoma, no. Hay que atender al verbo elegido por un académico: "TUVO", o sea, se vió en la necesidad o en la obligación. ¿Quién es capaz de obligar a toda nuestra sociedad? Valdría la pena saberlo.

Mientras, Trapisonda se ve en la necesidad de señalar unas correlaciones importantes: Mientras incontables inmigrantes se establecen entre nosotros, no tenemos ya la fuerza de convicción ni el empuje para europeizarlos. Ellos, se establecen en comunidades propias y nada participativas en la empresa común, y no tienen reparo en mostrarse contrarios a Europa, a su cultura y a su cosmología. Son enemigos, y así lo proclaman desde oriente al Finisterre. Preparan, y lo dicen, una re-invasión.

Sin cambiar de punto de vista, es necesario fijarse en qué ideas políticas favorecen su llegada: las mismas que -por humanidad- defienden la causa árabe contra la judía, aunque cualquier mente normal sabe que ninguna de las dos es justa ni limpia. ¿Por qué sucede? Porque los "aliados", árabes reconquistadores y socialistas-comunistas, comparten un objetivo: que Europa deje de ser; que sea otra cosa que, quizá, se pueda organizar desde el principio, desde las ruinas de una civilización que está cometiendo los mismos errores que la clásica, que Roma en su decadencia. Socialcomunismo y arabismo coinciden en origen: la destrucción de Europa. Van juntos hacia un gran cambio de los tiempos que, por alguna razón no revelada aún, necesitan que suceda.

Esto, que no es tan reciente, coge a Europa herida y debilitada por el contacto (desde 1917) con una civilización distinta y más poderosa; más rica y basada en la fuerza mediática. A veces se presenta como heredera de la cultura europea, pero sólo compran nuestras piedras y nuestro arte: el espíritu es muy distinto. La civilización fuerte, la norteamericana, se impone a la civilización más débil que, además, está asediada por las muchas fracturas causadas por el socialismo y por las masas mahometanas que llegan del entorno hostil.

La situación no es desesperada, salvo si los españoles nos negamos a ver lo evidente: una parte importante del poder Europeo lleva siglos pretendiendo la destrucción social, moral y espiritual de Europa. Y en España se nota mucho más. O sea: o supervivencia o socialismo. Hay que elegir.

Junta de Rectores de Trapisonda.

Tercera de ABC a la que se hace referencia:

Europa, fortaleza asediada
| LA TERCERA DE ABC |

... Las cosas van más allá del terrorismo. Los inmigrantes se organizan en grupos propios. Y no se trata sólo de los musulmanes. El África negra se desborda sobre Canarias, como antes todos sobre Melilla. Una verdadera invasión...

E infiltrada. Mal asunto. Me recuerda a la Roma del final del Imperio. Pueblos bárbaros la atacaban desde el Norte, el Este, el Sur. Arrasaban provincias, a veces eran asentados con pretextos legales. Dentro, Roma era un hervidero de orientales que el imperio trataba de apaciguar, aceptando sus cultos y lenguas, ofreciendo pan y circo (algo así como servicios sociales y televisión). Al final, el imperio fue destruido desde dentro y desde fuera.
La antigua Roma, la verdad, tenía ya poco espíritu de defensa. Menos mal que, una vez caída, algunos pueblos, como los francos y los visigodos, acabaron por crear reinos cristianos de lengua latina, otros crearon reinos igualmente cristianos pero germánicos, eslavos, celtas...
La Europa de hoy se asemeja extrañamente al imperio romano decadente, apenas asimila a nadie. Ha perdido el orgullo de sus valores, de su cultura.
Ya ven lo que ha hecho la Unión Europea. Favores a Arafat, que no hacía ni una concesión mínima, que habría traído la paz. ¡Y era el premio Nobel de la tan nombrada y poco practicada Paz! Hacía el doble juego con Occidente y los terroristas. Ahora Hamás y Hizbolá han provocado una nueva guerra, Israel se defiende como puede, con el valor de la desesperación. Israel y los americanos y los estados árabes que diríamos razonables son hoy los que defienden a Europa y a su modelo de cultura. Ella hace bien poco.
Habría que dejar, de una vez, las cosas claras, frente a esa perversión mediática que padecemos. Fueron los terroristas los que empezaron todo esto, secuestrando aviones y asesinando deportistas israelíes desde los setenta. Han quitado la alegría a nuestros viajes, los empezamos haciendo siniestras colas ante una máquina, quitándonos los cinturones, a veces los zapatos, quién sabe qué más adelante. E Israel cedió en el Sinaí, en el Líbano, en Gaza, ofreció un acuerdo en Camp David. Para nada.
Porque todos merecen respeto, los musulmanes que quieren vivir y progresar y también nuestra cultura. Tienen cierta razón muchos musulmanes cuando la tratan de decadente y débil. Pero tampoco es de recibo que absorban su tecnología, vivan del pan de Europa, y luego organicen ese acoso desde dentro y, por supuesto, desde fuera.
Ya sé que son las minorías las que fabrican los horrores, pero eso no es consuelo. Siempre ha sido así. Ahora Occidente da alas a los fanáticos, a todos, con su debilidad. Y el mundo musulmán, que iba avanzando, se podía pasear libremente por sus calles, tomar una cerveza, vestir las mujeres con una cierta libertad, ha dado, ahora, pasos atrás. Y ellos y los demás entran donde literalmente no caben. Como en Canarias. ¿Qué hace la Unión Europea? Yo diría que nada.
Mientras la religión musulmana, respetable sin duda, no experimente una apertura, es decir, se convierta en algo meramente interno y no social y coercitivo, dudo que la idea democrática y la idea liberal calen allí, salvo en pequeñas minorías. Tampoco en los pueblos animistas de África.
La gente arropa a los vencedores: crece la Hermandad Musulmana, Sadam Husein encuentra todavía partidarios ¿Y qué me cuentan del Irán, por no insistir en Hamás y Hizbolá? Crece el Fundamentalismo, los gobiernos se defienden malamente. Y aquí, ni decisiones ni firmeza, que permiten luego negociar.
Porque las cosas van más allá del terrorismo. Los inmigrantes se organizan en grupos propios. Y no se trata sólo de los musulmanes. El África negra se desborda sobre Canarias, como antes todos sobre Melilla. Una verdadera invasión. Los árabes y bereberes de Muza eran una cosa mínima al lado de lo de ahora.
¿Y qué se hace? Diríamos que nada. ¿Es que Europa, y España, no quieren defenderse? A este paso, se van a disolver, como la antigua Roma, entre gentes extrañas.
Miran hacia otro lado. Para prohibir Francia el velo, tuvo que añadir la prohibición de los símbolos cristianos. ¡Qué vergüenza! Mientras el Cristianismo, en los países musulmanes, tiene que esconderse, aquí crecen como hongos las mezquitas, los imanes, el Estado fomenta la enseñanza del islamismo. En Almería hay una calle de Almanzor. ¿Dónde hay en el mundo musulmán una calle del Cid, a quien, por cierto, historiadores nuestros tratan frívolamente?
Estamos asistiendo a un desestimiento, a una invasión tolerada, a una falta de sentido del Estado y de la cultura propia. Ya se vio cuando Europa dejó a América prácticamente sola frente a los terroristas. Por celos miserables, contratos comerciales, expectativas electorales. Ceguera.
Y algunos de los llamados intelectuales difunden los mitos sobre Al Andalus tolerante y culto, la Cristiandad sucia e ignorante. Todo falso, pura ignorancia.
Dos momentos ha habido en que el Islam, o una parte notable de él, acogió a Occidente y su cultura, parecía irse hacia una síntesis. El primero fue cuando en los siglos IX y X, en Bagdad, califas ilustres hacían traducir a los griegos: su Ciencia, su Literatura sapiencial y sus enseñanzas a los príncipes. Se creaban sobre esto, en ciertos grupos ilustrados, una Ciencia y un pensamiento musulmanes.
Una parte de ello llegó a Córdoba, de allí a Toledo, a Castilla, a Europa. Había los que intentaban unir el Corán con Platón o Aristóteles, como Santo Tomás unía a este con el Evangelio. Poco duró, ya desde el siglo XI los fanáticos venidos del desierto acabaron con ello. Averroes, a quien Rafael pintó entre los sabios en torno a Platón, fue residenciado en Lucena.
El otro momento fue desde el siglo XIX, el XX sobre todo. Toda una clase occidentalizada surgió. Luego, desde la década de los ochenta, la intolerancia. Y ahora... Y al Islam se añaden los demás.
¿Quién tiene la culpa? Por supuesto que los fanáticos. Han dado alas a toda la reacción antioccidental. Y a la inmigración incontrolada, anárquica. Pero también hay culpa en la debilidad de Europa y sus gobiernos, de su sociedad que es, en buena parte, consumista y relajada. No quiere enterarse. Con frases hueras sobre la Alianza de Civilizaciones no se arregla esto. Antes hay que exigir el respeto. Luego, puede llegarse a acuerdos.
Cuando pueblos de nivel económico y cultural bajo entraban en Roma, acababan por asimilarse. Igual los mongoles cuando bajaron a China, los chichimecas y aztecas cuando bajaron a México. Los musulmanes que cayeron sobre las mejores provincias de Roma -Egipto, Siria, Palestina, Hispania, Sicilia- no lo hicieron. Pero, al menos, Europa tenía capacidad de resistencia y hasta de devolver el golpe: la Reconquista y las Cruzadas, que no hacían otra cosa que recuperar las tierras perdidas y, en ellas, el sepulcro de Cristo.
Europa, España, necesitarían cobrar conciencia de lo que han sido, necesitarían un valor que, parece, no tienen ya. Reniegan de su historia, de su ser. Con firmeza, sin agresión, exigiendo respeto, se consiguen cosas. Pero cuando a las masas de bajo nivel se les permite llegar sin más a un lugar de leyes flojas y además incumplidas, sacan las consecuencias. Es lo que está sucediendo.
Aprenden de Europa lo peor: la supuesta libertad de las manifestaciones violentas, del lenguaje ofensivo, la quema de coches y banderas. O el imperio del hecho consumado: aquí estamos, a ver qué hacen ustedes, aprovechamos sus agujeros legales.
Y vienen revueltas o invasiones del peor estilo europeo. Los que las organizan han visto a Europa retroceder tantas veces, que saben que pueden hacer lo que quieran. Pueden arrasar barrios o quemar coches. Y lanzar el terrorismo, también contra Israel y contra los americanos. Contra todo lo que huela a occidental.
Saben que los gobiernos africanos más o menos democráticos, moderados, son fáciles de desbordar. Que tienen miedo. Y que lo tienen los nuestros, los de Europa. Esta es la fortaleza asediada de que hablo.
FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS
de las Reales Academias Española y de la Historia

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