08 agosto 2006

GENTES DE PAN TRINCAR

GENTES DE PAN TRINCAR

Se diría que estas gentes de amnistía y pan llevar son el alcaloide del optimismo. Se manifiestan en lugares de diez y veinte mil habitantes para exigir un alto el fuego en oriente, parece que muy seguros de ser oídos. Y listo. Ellos, quizá veinte, treinta si hay generosidad, lo exigen, pero la gente sospecha que no acaban de creer en su propia empresa, que siempre culmina con algún manifiesto.

Luego el espectador mira mejor y resulta que son los habituales, los hombres que comen tópicos y los exudan. O sea, la solidaridad con América Latina, el comercio justo, la memoria histórica, los del catalán caiga quien caiga, los de los plenilunios paganos en canteras. Nucleares, no. Juguetes no belicistas. Pinochet al paredón. Prestige, ecología, calentamiento global y crecimiento sostenible. Los mismos. Algunos con grado de concejal.

No hacen sus cositas por arreglar el mundo, que no los oye porque está lejos. Se juntan y reivindican para influir en los próximos, o sea, en los de aquí. Para tocarles los sentimientos, anillarlos y llevarlos a la urna por blandos de corazón. Son políticos revoltosos y manipuladores y sus causas públicas, por desgracia, caen en el descrédito y ahuyentan.

La gente no está ya para creer en paraísos socialistas que vendrán siempre en lo futuro, como un sino, y no llegan nunca. Ni en comunistones exhibiendo buenos sentimientos pero decididos a ser concejales de cultura.

No son una preocupación social. Son un método desvergonzado que ignora el ridículo.

Sencillos separatistas de pueblo.

EL RECTOR MANIFIESTO.

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