ASÍ NACIÓ EL FUERO DEL TRABAJO
Tiempos heroicos en que se hacían leyes fundamentales a lápiz, sobre una mesa, entre las dos camas de una habitación de hotel.
Franco llamó a Pedro González-Bueno a su Cuartel General y le anunció que iba a formar gobierno. El falangista González-Bueno, hombre llano y sincero, respondió:
-¿Pero ahora va de veras, mi General?
Y tan de veras. No mucho después era nombrado ministro de Organización y acción sindical. Así lo cuenta el que debe ser recordado como el primer ministro de Sindicatos, en sus memorias, recién salidas con el título de EN UNA ESPAÑA CAMBIANTE:
De nuevo requerí la colaboración de mi hermano Pablo, cuya formación jurídica me era de gran utilidad y con quien me había acostumbrado a compartir este tipo de labores creadoras. Nos dispusimos a trabajar en mi habitación del hotel, que nos permitía un mayor grado de aislamiento que el despacho provisional de la Cruz Roja. Pablo se sentó, provisto de lápiz y cuartillas, ante una mesa colocada entre las dos camas que tenía la habitación, y yo me dispuse a darle forma a mis ideas, al tiempo que paseaba arriba y abajo.
Pasados los años, no dejan de sorprenderme las afirmaciones que acerca de mis actuaciones políticas encuentro en algunos textos. Tal es el caso de un interesante libro titulado El franquismo sin mitos. Conversaciones con Serrano Súñer, en el que su autor pone en boca de Ramón la afirmación de que la Ley de Responsabilidades Políticas fue redactada por mí, que era —el mismo autor lo dice— ministro de Organización y Acción Sindical y que conté para ello «con un pequeño equipo de juristas que tenía». El equipo de juristas era ciertamente muy reducido: mi hermano, como en otras ocasiones de este relato.
En cuanto a esa alusión —de mayor calado— a la Ley de Responsabilidades Políticas, Ley de Jefatura del Estado, de 9 de febrero de 1939 (Boletín Oficial del Estado, 13-2-39), no puedo hacerme responsable de su autoría, como lo hago en cambio con otros textos igualmente comprometidos. Más verosímil parece que Serrano, a la sazón ministro del Interior, departamento en el que sí encaja la propuesta de esa disposición,(32) hubiese querido alejar de sí la responsabilidad de su redacción ° que el autor del libro citado decidiese por su cuenta ayudarle a lavar su imagen de hombre tan implicado con el Movimiento Nacional. Ese libro se publicó en el año 1981, no hay que pasar por alto ese dato.
32. En el Dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 36, Editora Nacional, Madrid, 1938, puede verse un ejemplo que corrobora esa hipótesis sobre autorías. Las órdenes de 21 de diciembre de 1938 y de 15 de febrero de 1939 relativas a la creación de esa Comisión llevan ambas la firma de Serrano Súñer, a la sazón Ministro de Gobernación.
Pero, volvamos al hilo del relato. Comenzamos por comentar la forma que daríamos a un documento que habría de tratar de muy diversas cuestiones. Desechamos la idea de una redacción continuada, que era muy difícil, y acordamos abordarlo en forma de «Declaraciones» aisladas, que como capítulos podían circunscribirse a materias específicas, y que después podrían estructurarse siguiendo un orden lógico.
Trabajamos muy intensamente durante varios días, empezando por acopiar toda la información de que disponíamos, entre la que figuraban las notas que yo había tomado en mi aproximación al Decálogo del Trabajo del que inicialmente me hablara el Caudillo y todo lo que fui recogiendo después de entre los textos que había ido leyendo desde entonces. Por este procedimiento, llegamos a redactar una propuesta de declaraciones que juzgué bastante completa en el aspecto social y con el grado de elaboración suficiente para ser presentada en el Consejo de Ministros, como avance del documento que se me había encargado.
Con preocupación no exenta de temor y también, a qué negarlo, con un tanto de emoción, di lectura a mi trabajo en el Consejo de Ministros que se celebró el 22 de febrero de 1938. Finalizada la lectura, que se escuchó en un impresionante silencio y expectación, tomó el primero la palabra Sáinz Rodríguez, que ensalzó el escrito con grandes elogios a los que pronto se sumaron los demás ministros. Se decidió seguidamente nombrar una comisión integrada por Serrano Súñer, Sáinz Rodríguez, Suanzes, Fernández-Cuesta, Amado y yo como ponente, que se encargaría de desarrollar y completar en pocos días el texto presentado.
En aquel Consejo no se trataron otros asuntos y, una vez que hubo levantado la sesión, el Generalísimo se acercó a mí para felicitarme, cogiéndome las manos y dándome las gracias repetida y efusivamente por el trabajo realizado. Le respondí que con toda seguridad, primero la comisión designada y más adelante el Consejo Nacional, podrían mejorar el texto, pero que por mi parte había hecho todo lo posible para cumplir el encargo recibido.
De conformidad con el acuerdo adoptado, la Comisión se reunió en días sucesivos en el despacho de Serrano Súñer. Se trabajó con gran intensidad, aportando cada uno nuevas ideas que, como se había previsto, mejoraron la propuesta inicial sin modificar su estructura, que mantuvo su redacción en forma de declaraciones. El nuevo texto así elaborado se aprobó en otro Consejo de Ministros y se remitieron copias a todos los consejeros nacionales, al mismo tiempo que se les convocaba para una reunión en la que se sometería a deliberación el documento.(34) El Consejo Nacional debía iniciar sus sesiones el día 6 de marzo para ser clausurado tres días más tarde.
34. Payne, Stanley G., Falange. Historia del fascismo español, Ruedo Ibérico, 1965, pág. 152, recoge una versión según la cual hubo dos anteproyectos distintos y dice a este propósito que el primero se había encomendado a «Joaquín Garrigues y Francisco Javier Conde, con quienes debía colaborar Ridruejo. El proyecto de estos últimos resultaba bastante radical: toda la economía nacional debía quedar bajo el control de un sistema sindical basado en un concepto de la propiedad esencialmente capitalista [...] defendido en Consejo de Ministros por Fernández-Cuesta, fue inmediatamente desechado». Y añade: «El proyecto de González-Bueno, mucho más conservador y basado en un paternalismo capitalista, fue adoptado, confiándose al Consejo Nacional la misión de darle forma definitiva». Como es fácil comprobar, la versión que da este historiador, con el tiempo uno de los mejores y más documentados hispanistas, en la que fue una de sus primeras obras sobre España, no coincide exactamente ni con mis recuerdos ni con el relato de Fernández-Cuesta, en su obra ya citada.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home