18 noviembre 2006

MÁS SOBRE "EN UNA ESPAÑA CAMBIANTE"

Otra crítica sobre el libro de D. Pedro González-Bueno y Bocos, ministro del primer gobierno de Franco, que muestra el formidable esfuerzo que hizo la España Nacional para implantar de nuevo la justicia, la Patria y la razón. El esfuerzo formidable de una generación de hombres que creyeron que España seguía siendo posible.

Publicado en el Boletín FF 107 de Julio-Septiembre del 2006, publicado en la Fundación Nacional Francisco Franco por D. Armando Marchante Gil.


GONZÁLEZ-BUENO Y Bocos, PEDRO: En una España cambiante. La creación del Estado del bienestar. Vivencias y recuerdos de un ministro de Franco. Altera, Barcelona, 2006, 23 cm., 349 págs.

RARAMENTE la aparición acumulada de libros referidos a los años en los que se crea y consolida el régimen de Franco, nos produce una satisfacción como la que resulta de la lectura de este volumen que es mucho más que unas simples memorias. Se trata del sencillo y veraz testimonio de un español ilustre, quien por puro patriotismo puso su persona y sus saberes al servicio de España.

Cuando en plena guerra se iniciaba la construcción de un Estado que había de dar a los españoles paz y prosperidad, González-Bueno consideró que debía construir a esta noble tarea con olvido de sus intereses personales y sin otra recompensa que el deber cumplido en un lugar en el que le colocaron las circunstancias por esos increíbles azares de la historia.

Es un gran acierto traer hoy a la luz este relato póstumo en que se mezclan la emotividad, el testimonio y los ideales de aquellos hombres ejemplares de otros tiempos. Se dice que todas las comparaciones son odiosas, pero en este caso así deben resultar para nuestros políticos de hoy, verdaderos pigmeos comparados con aquéllos; tal vez esto explique el actual intento de desmemoria.

Para entrar en materia nada más útil que el prólogo que el último Ministro de Franco, Fernando Suárez González, pone a los recuerdos del que fue el primero de ellos, González-Bueno. Es una síntesis de la labor realizada y de la continuidad de esfuerzos de todos aquellos singulares ministros para lograr —y conseguir— una España más justa, más solidaria y más armoniosa entre quienes contribuían con su esfuerzo y trabajo al bien común de todos los españoles.

Después de relatarnos concisamente sus años de formación, primero en la Institución Libre de Enseñanza y luego en la Escuela de Ingenieros de Madrid, seguida de sus viajes de perfeccionamiento en Europa y Norteamérica, el autor nos relata su acercamiento al mundo político a través de sus contactos personales con José Antonio Primo de Rivera y Calvo Sotelo, cuyo asesinato por pistoleros socialistas y el Cuerpo de Asalto supuso el estallido de la sublevación del 18 de julio de 1936. Previsoramente González-Bueno se encontraba en Pamplona donde el general Mola pidió su colaboración para poner en marcha los servicios públicos en el San Sebastián recién liberado. Poco después fue nombrado vocal de la Comisión de Industria y Comercio de la Junta Técnica del Estado.

El autor del libro contribuyó muy eficazmente al buen término de la unificación de las fuerzas políticas que se sumaron al Alzamiento y que Franco llevó a cabo en medio de sus preocupaciones militares, considerando muy acertadamente que aquella unidad era absolutamente precisa para vencer a quienes estaban ya en avanzado proceso de conversión en una república soviética. El relato de aquellos días en Salamanca reviste un alto interés, pues el autor derrocha sencillez y precisión en cuanto nos revela, que es mucho.

La forma y circunstancias en que Franco llevó a cabo la creación de una de las primeras y más eficaces realizaciones del nuevo Régimen que fue el Servicio Nacional del Trigo, vigente hasta 1971, es relatada en primera persona por el autor que fue su verdadero impulsor, a partir de su propia experiencia en la materia. El idealismo, mezclado a una cierta ingenuidad, con que en aquellos años se abordaban y resolvían problemas muy graves reflejan la buena voluntad de aquellos hombres fundadores, de aquellos sencillos españoles que se habían lanzado con toda su buena fe a poner fin al caos en que acabó la II República, ahora tan añorada por ignorantes y revanchistas.

Reviste especial interés la génesis y desarrollo de la que había de ser la primera Ley Fundamental del Régimen, esto es, el Fuero del Trabajo, vigente con ligeras modificaciones hasta el final del mismo. El autor, Ministro de Organización y Acción Sindical en el primer gobierno de Franco de enero de 1938, relata muy detalladamente la forma en que se puso a punto esta Ley cuyo primer borrador sometió él mismo al Consejo de Ministros el 22 de febrero de 1938, es decir, menos de un mes después de la constitución de aquel primer gobierno. Huelga cualquier comentario al respecto de la capacidad de trabajo de aquellos beneméritos hombres.

En las páginas del libro ocupan no poco lugar consideraciones y datos concretos acerca del mundo bancario y empresarial de la España de los años treinta en los que este mundo de cortas miras, egoísta y sin más horizonte que la defensa de sus propios intereses a muy corto plazo, sale muy mal parado, pues le cabe no poca responsabilidad en el atraso industrial de España y en los desastres que nos llevó a la república y de ésta a la guerra civil. Nos describe todo ello un ingeniero que conocía muy de cerca aquel mundo que, gracias a su esfuerzo y a la de otros como él, terminaría dando lugar bajo la dirección de Fraco a que España a partir de la miseria se situase entre las diez primeras potencias industriales del mundo. Eso sí fue un cambio y un talento.

Dentro de aquel mundo de Salamanca se nos presentan algunos personajes que luego habían de dar mucho juego en la política española. Destaca entre todos la figura de Serrano Súñer, al que se describe como lo que era: un representante del mundo político de la República perteneciente a la CEDA, pero que, rápidamente, se presentó como un seguidor de José Antonio Primo de Rivera, cosa que no había sido, logrando mediante su conocimiento de los manejos políticos y su parentesco con la esposa de Franco, convertirse en el personaje más poderoso de la zona nacional.

Pasado el tiempo, tanto él como su corte de falangistas de nuevo cuño como Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo, Antonio Tovar y otros muchos pasarían a ser demócratas de toda la vida. Según el autor, a Serrano Súñer le perdió su soberbia derivada en despotismo. Ninguno de ellos le perdonaron a Franco su independencia de criterio y la forma en que les apartó del poder cuando se hizo necesario un nuevo rumbo político.

Interesantísima es la descripción que nos hace el libro del desarrollo de los Consejos de Ministros presididos por Franco, la forma en que se creó la Magistratura de Trabajo, que realizó una ingente labor de protección del obrero hasta 1978, y de las relaciones con la Iglesia, los problemas con Alemania para el pago de su ayuda, la protección a la familia y la reforma del Instituto Nacional de Previsión, hito importantísimo de la política social del régimen de Franco. Todo ello realizado en plena guerra donde la pricipal preocupación y esfuerzo era obtener la victoria. El lector ve crecer su asombro ante un esfuerzo tan descomunal como el entonces realizado, bien reflejado en estas páginas.

En gran parte del libro aparece la figura del general Franco presentado siempre e indefectiblemente por el autor como un gran patriota, un gran militar y un no menos gran gobernante, cuya sencillez, apertura de miras y preocupación por España quedan siempre de manifiesto.

A este respecto es muy notable la forma en que González-Bueno acoge la noticia de su destitución como Ministro. La suya es una reacción casi de alivio y de agradecimiento al Generalísimo por haberle permitido colaborar en su primer gobierno, la forma en que ha acogido siempre todas sus sugerencias y cómo ha tenido con él la permanente consideración de escuchar todas sus propuestas y observaciones, algunas de ellas, como el autor reconoce, un tanto intempestivas. Hay que considerar que esta reacción de quien acaba de ser destituido revela la hidalguía, la lealtad y la excelente condición humana de quien así reacciona.

Terminada la guerra, González- Bueno se reintegra a su profesión de ingeniero, donde, entre otras cosas, logra impulsar la electrificación ferroviaria y crear en Vigo la factoría Citroen, además de otras muchas realizaciones que contribuyeron no poco al progreso industrial de España.

La lectura de este libro tiene el riesgo de llevarnos a la melancolía si caemos en la tentación de comparar aquellos españoles beneméritos y desinteresados en su acción de gobierno con los que ahora padecemos. No obstante, léanlo y admiren también su profusa documentación y fotografías.

Armando MARCHANTE GIL

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