10 septiembre 2006

ESPAÑA Y LA LOCURA SENIL Y JUVENIL

Trapisonda no es un lugar de regalo y descanso. Hay que vigilar intensamente al Bedel Arcadio, al presidente Zapatero, a la Señá Vanesa y al estudiante Begur. Luego, seguir las evoluciones de las ciencias objetivas y subjetivas, analizar las opiniones no demostrables y sacar consecuencias para que el mundo no descarrile.

Ayer no más un buen dibujante y académico de la Rae, Mingote, repasaba las etapas de la historia y dibujaba a un falangista -más o menos, con la leyenda de prohibida la libertad. Esto no indica nada sobre la libertad sino sobre que la Ley de Memoria Histórica tiene efectos potentes tanto sobre la memoria misma como sobre el campo de intereses de cada cual, porque Mingote fue uno de los millones que auparon a Franco a la Jefatura del Estado.

De lo que se trata es de equiparar la falta de libertad a 37 años de vida española y poner el estúpido velo a los seis anteriores, cuando el Estado se portaba como un partido, cuando la prensa aparecía llena de espacios en blanco, censurados, en aquel legal régimen de libertades y legalidad, que nunca tuvo ni legitimación de origen (se proclamó como consecuencia de unas elecciones municipales que, además, perdieron los republicanos) ni de ejercicio, pues antes de dos meses de su proclamación ya ardían conventos, ya sonaban tiros y ya se expulsaba a buenas gentes del futuro paraíso proletario.

De lo que se trata es que España fue a la guerra porque la memorable república había restringido de tal modo las libertades que ya ni la de vivir tenía una validez general. Ni la de estar informados. La guerra se hizo para recuperar un asomo de libertad y de paz, ya que la paz estaba arrastrada por la ebullición revolucionaria de quienes tampoco querían seguir con la república, que sólo era un paso más en su desplazamiento hacia la dictadura del proletariado.

Es fundamental recuperar lo que significa la libertad y decir, con toda la tolerancia del mundo, que no había libertad bajo la república, maestra de atropellos, y que no la hubo en tiempos de Franco en un sólo sentido: Libertad política, es decir, libertad para que los partidos enredaran la madeja como suelen, hicieran su agosto, como acostumbran y se otorgaran a ellos la libertad que sólo a los hombres pertenece.

NOTA: escrito al hilo de uno de los habituales descubrimientos de D. Juan Luis Calleja: "Zapatero es en realidad el pseudónimo de Alzaheimer". A efectos iguales, nombres iguales. El título de esta página se refiere a ese pseudónimo del presidente.

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