02 octubre 2006

MAHÓN CON SENTIDO

En la Historia de España, por desgracia, la búsqueda de la verdad ha quedado subordinada a salirse uno con la suya. Virtud esa de Vencer- como -sea que nos ha obligado a ir a ciegas por la historia y a soportar la entronización de majaderías absolutas.

Recientemente el Papa Benedicto XVI se ha atrevido a decir una verdad cosmológica: Suponer siquiera que el Universo nació de una explosión universal y del azar, cuando lo vemos en un orden equilibrado y dificilísimo, es propio de gentes ignorantes. Trapisonda lo cree: nada que contenga un orden es casual y, en muchísimos casos, los propagadores de teorías basadas en el azar lo que pretenden no es hallar la verdad sino anular el uso de la razón de muchos.

Tras decir esto, Trapisonda ha comprobado la reacción de una cierta casta de hombres necios que se aglomeran en torno a ciencias y sociologías del Siglo XIX. Dan por tan asentada la teoría del "Big Bang" y, sobre todo, tan de acuerdo con sus proyectos de engaño universal, que han respondido al Papa con vídeos y otros dicterios en los que, sin demostración posible, se limitan a insistir que el Papa ha perdido la razón precisamente porque ha sido razonable.

Este es el juego: se lanza y se sostiene, por repetición, una teoría. Luego se la cita como verdad incuestionable. Posteriormente, impiden, mediante el silencio y la docta burla, que se cuestione y, por último, se excomulga de la civilización a quienes no crean firmemente en ella. Un método tan seguro y eficaz como atribuir al enemigo y al contrario las propias intenciones y acciones. Así tantos tiranos han pasado como libertadores.

Se elige, como más prolija demostración, el curioso caso de la Ciudad de Mahón, en el Obispado de Menorca. Conocida a veces por su gran puerto, a veces por su prisión militar (donde se encerró al republicano Capitán Sediles, del motín de Jaca o donde se asesinó a la casi totalidad de la guarnición en 1936), y a veces por sus quesos y la famosa Mayonesa que, por intereses de promoción, acabó llamándose "Mahonesa" basando el cambio de nombre en ciertos mitos sobre la estancia en Mahón del Duque de Richelieu.

Por razón del expansionismo catalán y de una gramática iluminista de Pompeu Fabra, aparecida en los alrededores 1911, en el 2005, las fuerzas catalanistas, que sostienen que los baleares son catalanes y hablan en catalán, decidieron "normalizar" el topónimo, basándose en que el catalán oficial prohibe la existencia de haches intervocálicas. Mahón, con esa hache, es una falta de ortografía y nada más.

El expansionismo catalán, siempre obcecado, ha cambiado los bombres de todas las ciudades, pueblos y lugares de Baleares, con el apoyo de todos, TODOS, los partidos. Empezó, en los años sesenta, la Iglesia. Tras cerrar, por falta de quorum, su seminario, envió a los seminaristas al de Barcelona, de donde volvieron catalanizados, convencidos de que Dios también era catalán y que los que se atrevían a hablar y rezar en otro idioma eran unos invasores. El propio Diario Menorca -propiedad mayoritaría del obispado, se pasó los últimos 35 años llamando Maó a Mahón. Maó no era el nombre oficial ni el legal, pero sí era la voluntad separadora de las diferentes familias catalanistas.

La historia es más larga, como el convertir el catalán en la lengua de la administración y de la enseñanza. Y de los actos litúrgicos y obstinarse en impedir -con muchas discriminaciones- el uso del español o castellano. Hasta el punto que hoy no se puede trabajar para ningún tramo de la administración sin poseer un certificado de conocer el catalán. Ni siquiera los cargos electos pueden hablar en público en otra cosa que no sea catalán: una ley obliga a ello, aunque se trata de una ley que no estima en nada la libertad individual y no hace caso de que los "electos" no pueden ser sometidos a mandatos coercitivos.

Por fin, mediante pactos y encubrimientos, en la más legítima tradición de la política de campanario, oficialmente Mahón se ha transformado en Maó, que quiere decir ladrillo en catalán. Si usted va a teléfonos o a correos, ya encontrará que Mahón no existe. Existe Maó. Y las fuerzas vivas, a veces impresas, prohiben cuestionar la validez de Maó o dar detalles científicos que demuestren el atropello cometido contra los ciudadanos de un lugar más que bimilenario. Silencio para quienes busquen la verdad del origen del nombre de la ciudad, que contenga la "H" arrebatada. No hay más que discutir: La ley, dicen, es la ley. Por lo menos mientras ellos no decidan sabotearla y saltarla alegremente, como hicieron hace casi 40 años con los nombres verdaderos de los lugares de Baleares.

Como se decía al principio: a los grupos políticos no les interesa la verdad, sino el ejecutar sus proyectos. Llegaron a decir que Mahón es el nombre castellano de Mahón. Solemnes intelectuales lo afirmaron, sin vergüenza; y todos los politicones; y todos los partidos sin excepción. No así el pueblo que, mayoritariamente, quiere su nombre tradicional, el forjado por los siglos. Se sienten atropellados y sometidos a una injusticia contra la que no hay apelación. El Resto de España, tan deteriorada en sus lindes por el extremismo reinante, ha abandonado toda protección de los habitantes expoliados.

Mahón es Maó y no hay más que hablar. Que algunos catalanistas, repartidos entre todos los partidos, sean libres, equivale a que lo lo sean el resto de las personas. En esas cosas reside o yace la centenaria postración de España.

Sin embargo la ciudad de Mahón llegó a llamarse así durante milenios de uso, soportando incólume cambios en la base de la población: sobrevició a romanos, bizantinos, vándalos, árabes, ingleses, franceses pero no sobrevivió al catalanismo, cuya esencia confesada es la separación de los "Països catalans" de España. Gloria de lo minúsculo; rechazo de lo grande. La aldea, ah, la aldea.

Se sabe que las constancias escritas de esta ciudad arrancan con "Magona" y, luego, con el "Municipium Flavium Magontanum". Puesto que la parte oeste de la Isla de Menorca tuvo una población llamada Jamma o Jammona, hoy Ciudadela, y que parece significar "Poniente" en alguna lengua asiática, se supuso que Mahón equivaldría a Occidente, aunque no se pudo demostrar, rastreándose después otro hecho que parecía fundamental en Mahón: su protegido y largo puerto. Así se halló y se dió carta de naturaleza a "maghen", palabra púnica y fenicia que vale por "Escudo", "Defensa", significando que el puerto era un escudo y una defensa en casos de temporal.


Considerar que la bonanza de su puerto era lo fundamental de Mahón fue un error de la tendencia paisajística que vino con el Romanticismo. Lo notable de una ciudad tiene que ser, forzosamente, algo de la ciudad misma y no sus alrededores, sobre todo para mentes pràcticas como las romanas. Se imponía pensar en algunas palabras latinas que pudieran haber sido germen del nombre hoy atropellado. La parte más antigua de Mahón, bien excavada, mostraba su fachada norte y Este, por encima de un acantilado que era una muralla natural y defendía dos de los cuatro puntos de la ciudad. O sea, se pudo pensar que Moenia, las murallas de un municipio, es palabra relacionada con Mahón, si se considera como idea básica el hecho de ser lugar amurallado: Fortaleza en lo alto, en la colina, como se prefiera decir. “Moenia Montana”, como primera opción de aproximación a Mahón.

Pero no era tan sencillo: se explicaba el significado de Mahón, pero no coincidía la presunta etimología. Se trpezaba, en sucesivas búsquedas en todos los idiomas, con una raíz que no se podía desentrañar con métodos fáciles: “Mag”. (o sea, también puede encontrase bajo la forma MAC (más antigua) y Mah. Por las lecturas de otros nombres de lugares antiguos, siempre elevados, Mag significaba Colina, Altura, Elevación. Pero debía encontrar una voz que respondiera a eso y que tuviera posibilidades de haber llegado a Menorca e incluso ser anterior o coetánea de la llegada de los romanos.

El método científico en esto es el pálpito, el recuerdo de otras cosas leídas y el juego del crucigrama. En las zonas ocupadas por los protoceltas, primeros celtas infiltrados, incluso antes de “ab urbe condita”, fundación de Roma, en Alemania, en Austria, en Holanda, en Bretaña y en Inglaterra, aparecían bastantes MAG y MAGO. Incluso algunos lugares, a miles de quilómetros, llamados igual: su único nexo, los romanos y los pueblos celtas. Así, a orillas del Rhin, está Noviomagus, hoy conocido como Nimega. Y en Inglaterra, otro NovioMagus, Chichester. Fortalezas; poblados Fortificados. Lo que los romanos llamaban Oppidum. Incluso más al Este había trazas: Magdalenska Gora (ojo: de antes de Jesucristo; nada de Magdalena).

Una raíz muy amplia y céltica casi con seguridad. Seguramente está también presente en Magar y Amagar, refugiar, esconderse, de un presunto céltico “Magan”. Las cosas se ligaban porque, un río que sirvió de frontera entre germanos y romanos, hoy llamado Main, se llamó por las Legiones “Moenus”, o sea, fortificación. Cerca de allí, pero a poniente, está el mejor ejemplo: Meins, cuyo nombre romano es impresionante y aún se usa en español: Magontiacum, que es igual a Magontanum o Magontianum: el "anum” y el “acum” son terminaciones de lugar, como “ino”. Maguncia era y todavía es una fortaleza-puerto, en el Rhin y lo fortificado propiamente todavía sigue como Fortaleza, en la colina más alta. Como Nimega (Noviomagus) está sobre seis colinas y puerto fluvial, y MAGdalensBurg /(burg equivaldría a anum o acum) es un puerto en el Elba (Alba en latín).

Ya se empieza a aceptar, tras un par de siglos de suficiencia, que a Menorca llegaron también los Celtas y que Ramis no fallaba cuando hablaba de “Las Antigüedades Céticas de la isla de Menorca”. De hecho hay toda una ruta protocéltica que arranca del centro de Alemania y termina en Sete y en Perpiñán, donde empieza el Golfo de León. Pero, por mucha seguridad que se tenga en la resonancia histórica, se necesitaba además, una palabra pariente en un idioma clásico, o sea, un MAG. MAC o MAH en idioma griego o en Latín.
Macizo me ponía en la pista, por su raíz romana “Massa”: sólido, bien fundado, prominencia del terreno, por lo común rocosa; grupo de alturas o montanas y hasta construcciones apiñadas o cercanas entre sí. Lo mejor, que “Massa” procedía del griego: “µαζ”, pariente de “Makrós”, que vale, entre otras cosas, por alto, elevado”, o sea, lo mismo que la raíz Mag, ya claramente indoeuropea.

La idea, fortaleza en lo alto, sigue siendo la misma para Mahón, pero esta vez explicada con unos ejemplos que dejan poco margen a la duda y que además, contienen una “G” que justifica la evolución hacia la H. O sea: MAGO-nia. MAGON-tanum o MAGON-Tiacum.

No era satisfactorio del todo: sí en el sentido pero no en el origen, y ahora se han podido corregir los orígenes, unificarlos como quien dice y hacerlos más exactos. Lo básico era, de todas formas, negar la cosa púnica de “maghen”, “escudo”. Qué imaginación desbordada la de nuestros historiadores, al servicio de una idea preconcebida: si Jamma, o Iamona quiere decir “poniente”, el topónimo Mahón debía hacer referencia a levante o al puerto, pero sólo como abrigo y no como ciudad. Pero los que apostaron por «Maghen” no erraron tanto. O sea, no del todo.

La única solución era acudir a lenguages aún más antiguos como el Indoeuropeo, en sus diferentes idiomas, como el sánscrito, el avéstaico, el islandés, el irlandés, el anglo, el altoalemán o el celta, lo que laborioso pero entretenido.

Mahón es un largo puerto con varias islas y, al fondo, sobre un gran acantilado, está la ciudad, con las casas colgando sobre el abismo: algo impenetrable. Si tenía que venir el nombre de algo sería de su peculiaridad como ciudad asomada al mar desde lo alto. Los romanos tenían la palabra, “moenia” que significaba "villa amurallada”. Estaba además Montanum. Como señal de elevación del terreno: del monte. El nombre latino fue “Municipium Flaviun Magontanum”. Las similitudes de la época ayudaban a fijar el sentido y saber donde buscar: Maguntia, por ejemplo, tenía el aspecto de pariente próximo, pero nadie daba una etimología de ella. Se leyeron descripciones de la ciudad y se observaron planos, de modo que se encontró una fortificación en alto, sobre el Rin, levantada por Roma por primera vez, al lado de un puente para las legiones. Vaya. De lecturas extrañas sobre menhires y poblados célticos amurallados, apareció una desinencia: Magh, así, con hache. No se podía demostrar nada con exactitud, pero Magh correspondía a colina, altozano. Ya tenía la etimología hecha: Castillo, fortificación en lo alto. Luego con las búsquedas en indoeuropeo, se ha dado con la raíz, sospechada leyendo sobre arqueología de la edad del bronce: “magh” exactamente, que, como verbo, significa tener poder. Fuerza, “magha” en sánscrito… Todo está relacionado con “mago”, poderoso, y con “magno” y con mucho más. Y con máquina y con meigo. Pero también es “fortaleza”, como virtud y como fortificación. O sea, se confirmaba lo que antes era sospecha razonada.

Lo que me extrañaba era que todos los historiadores locales, algunos buenos latinistas y sacerdotes, no dieran con esta explicación y rondaran en torno a posibles palabras fenicias, una de ellas significaba «escudo» y razonaban que el puerto era un gran escudo para el temporal. Y es lo que aceptan todavía. Los lingüistas catalanes tampoco dicen ni palabra. Mahón es Fortaleza. La palabra fortaleza ya lleva incluida la idea de altura.

Hay algo todavía mejor: que los eruditos locales fueron a dar con una palabra indoeuropea incrustada en el fenicio (como “Masada” en el arameo): «Maghen», presunto «escudo», cuando la palabra grita altísimo que tiene la raíz “magh” y que, aun valiendo por escudo en semita, se refiere a defensa, a muralla y obra de albañilería: Fortaleza, “quod erat demostrandum”. Mahón, de la raíz indoeuropea MAGH, significa Altura Fortificada, fortaleza. Y la etimología le da el derecho a conservar una hache de más de cuatro mil años de antigüedad.

Pero "Magh-" seguramente no baste para las mentes más dóciles a las consignas catalanas y a las leyes que han creado. O a la Universidad de Baleares, que ha dado por bueno el cambio de Mahón a Maó. Por eso se ha reservado para el final, otra raíz indoeuropea de curioso parentesco: "Mag", que en Altoalemán antiguo está en "MAHHON" y que significó "hacer", o sea, como el "Make" inglés. En germánico estuvo MAKON, "albañil" y supuso también "Obra" y "Macizo" y, aquí la curiosidad, "Masón"

De nuevo, pues, la referencia a la muralla, a la ciudad amurallada, hecha con murallas. Fortaleza.

En tanto aparezcan palabras más próximas, se ha de dar por completada la etimología de Mahón que, como se ve y queda probado, contó con esa "H", hoy arrebatada por la docilidad a una gramática de Pompeu Fabra y por el oportunismo catalanista que, desde luego, no parece haber investigado con cura.

Arturo Robsy

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